miércoles, 9 de abril de 2008

VIOLENCIA SEXUAL Y ENFERMEDAD MENTAL

13º Congreso Mundial de Sexología. Valencia. Junio 1.997.


A. AYUSO VIVANCOS.

Licenciado en Psicología por la Universidad de Murcia. Maestría en Sexualidad Humana por el Instituto Spill de Valencia.

Alicante. España. Teléfono 607 534301


En el presente trabajo realizamos una revisión bibliográfica sobre la relación que hay entre la violencia sexual y la enfermedad mental, y las alternativas que hay para explicar este fenómeno.

Hoy en día uno de los temas que más preocupa a la opinión pública es la violencia en su sentido más genérico. Estamos en un mundo donde la violencia se ha vuelto algo cotidiano y muy extendido (HILLYARD, 1.978).

La violencia, o forma severa o extrema de agresividad es frecuente motivo de consulta urgente en los servicios psiquiátricos de guardia, representando entre el 10 y el 15 % de todas las urgencias psiquiátricas en hospitales españoles (BACA y otros, 1.984; GARCIA y TRESERRA, 1.985; PEREZ y otros, 1.987).

Quizás la agresión tenga una motivación biológica, con una expresión adquirida mediante un proceso de aprendizaje, que se manifiesta principalmente durante la interacción entre seres humanos, en función de determinadas características psicosociales del sujeto que percibe e interpreta la situación, y con determinadas características del medio que influyen en su interpretación y en su aspecto biológico (DEL POZO, 1.988).

No está claro que la enfermedad mental produzca necesariamente violencia (MCNEIL y SOREFF, 1.987). La mayoría de los sujetos violentos de nuestra sociedad no son enfermos mentales o definibles como pacientes (HYMAN, 1.988).

Una revisión de LONDON y TAYLOR (1.982) de 187 varones encontrados no culpables de delitos perpretados en razón de su enfermedad mental evidenció un alto porcentaje (34 %) de enfermedad afectiva bipolar. Los crímenes violentos estuvieron, sin embargo, mayoritariamente asociados con el abuso de alcohol o de otras drogas, y con el síndrome mental orgánico. Estos datos están en concordancia con anteriores hallazgos de GUZE (1.969) sobre la asociación de crímenes con abuso de alcohol y drogas, así como con la personalidad antisocial, pero no con la esquizofrenia o la enfermedad afectiva. Gran cantidad de drogas pueden asociarse a la violencia ya sea en la intoxicación como en el delirium inducido por la misma (GERSON, 1.979). De la misma opinión es HENRY y col. (1.990) sobre el uso del alcohol.

MCNEIL y SOREFF (1.987) opinan que la asociación entre violencia y enfermedad mental dependerá de buen grado de que los individuos con trastorno de personalidad antisocial sean identificados o no como enfermos mentales.

De los agresores domésticos (marido, pareja o ex-marido), sólo el 10 % presentan trastornos de conducta, habitualmente relacionados con comportamientos agresivos y antisociales, en mayor parte de los casos son gente de apariencia normal, de todas las edades y estatus social y sin anomalías psíquicas. No obstante el consumo abusivo de drogas y, sobre todo, de alcohol están en la raíz de, al menos, un 50 % del total de casos de maltrato doméstico (DEPARTAMENTO DE PERSONALIDAD, EVALUACION Y TRATAMIENTOS PSICOLOGICOS DE LA UNIVERSIDAD DE EUSKADI, 1.994).

Paralelamente, la violencia sexual tiene muchos puntos en común a los expresados para la conducta violenta. Existen muchos tipos de violadores y de violaciones, y solamente un porcentaje mínimo podría ser explicado en base a serios trastornos psicopatológicos en el agresor sexual (CACERES, 1.994).

“El típico violador americano no es ningún esquizofrénico estravagante ahogado por la timidez, la privación sexual y una esposa y madre dominantes. Aunque por supuesto existe el violador psicótico, cualquiera sea su historia familiar, así como también existe el asesino psicótico, es la excepción y no la regla. El perpetrador de violación americano típico es poco más que un jovencito agresivo y hostil que decide ejercer violencia sobre las mujeres” (BROWNMILLER, 1.981, 167).

La agresión sexual no es un acto cometido por psicópatas y maníacos descontrolados. En realidad, pocos violadores reciben tratamiento psiquiátrico. En Inglaterra y en Gales, menos del 2 % de los violadores convictos anualmente son sometidos a tratamiento, lo cual les convierte en prisioneros cuerdos (DOWDESWELL, 1987, 55).

En el caso específico de las agresiones sexuales a niños, un 30% de los agresores se les puede considerar alcohólicos o drogadictos. Este tipo de agresor sexual no tiene diferencias significativas en inteligencia en relación a la población en general. Menos del 5 % de estos agresores sexuales mostraron un proceso psicótico en el momento de la ofensa. Todos los agresores sexuales de niños cometieron su primera ofensa antes de los 40 años. El 80 % a los 30 años, y el 5 % durante la adolescencia. Entre el 75 y el 80 % de los casos, el ofensor es un conocido y en la mayoría de estos casos es un familiar. La mayoría de éllos tienen una orientación heterosexual (NOGUEROL, 1.993, 39 - 40).

PRENTKY (1.988) desarrolló una tipología, con base en un análisis computerizado, de las características de 300 violadores en prisión de EE. UU. Encontró en primer lugar, el “oportunista” (23 %), cuyas violaciones son impulsivas. Usa poca fuerza innecesaria. Después están aquellos “cuya preocupación es una fantasía sexual fija” y tratan de realizarla durante la violación (25 %). Este es el tipo de violador que se ve impulsado por una fantasía romántica “bizarra”, en la cual obliga a una mujer a tener sexo y entonces ella “se enamora de él”. En tercer lugar se clasificaron al “vengativo” (32 %), quien se caracteriza porque sus asaltos son físicamente dañinos, con la clara intención de degradar y humillar a la mujer. Hubo también violadores cuyo motivo apremiante fue “su enojo contra el mundo”. A diferencia del anterior, odian por igual a personas de ambos sexos, y están propensos a infligir el mayor daño físico a sus víctimas. Los sádicos sexuales fueron el tipo más raro (8 %), individuos obsesionados con fantasías que suponían que con la violación las llevarían a cabo, su estímulo es el miedo de la víctima.

Otro perfil del recluso por delito sexual es: 1º no drogodependiente, observándose algunos casos de posible incidencia que el consumo de alcohol ha tenido en la comisión del delito. 2º niega el delito y se les observa una conducta intachable, con ausencia de sanciones y un alto grado de participación en las actividades del Centro. 3º la mayoría de ellos tiene formación profesional, una vida normalizada en el exterior, con familias estructuradas, no siendo extraño que las esposas de estos condenados sean las que más activamente abogan por sus beneficios penitenciarios (BONA, 1993, 37).

Hemos encontrado otras explicaciones más plausibles a la violencia sexual que su relación con los trastornos mentales. Diversos autores nos sugieren otras causas para la agresión sexual.

“Los mejores predictores para una potencial conducta violenta son: 1. La ingesta excesiva de alcohol; 2. Una historia previa de actos violentos con detenciones o actos criminales; 3. Una historia de abuso en la infancia. Los pacientes violentos generalmente están asustados por sus propios impulsos hostiles y buscan desesperadamente ayuda para prevenir su pérdida de control” (DE LAS CUEVAS; HENRY; GARCIA-ESTRADA; GONZALEZ, 1.990, 383).

Diversos autores (ABEL y col., 1.968; WYDRA y col., 1.983; MALCOLM, y otros 1.985; MALAMUTH y otros 1.977, 1.980; BARBAREE y col., 1.989) sugieren que los violadores reaccionan fisiológicamente de manera diferente de sujetos con una orientación estrictamente heterosexual y que nunca han sido acusados de provocar tal violencia.

Los estudios de ABEL y col. (1.977) demuestran que los violadores exhiben preferencias sexuales desviadas, orientándose tales preferencias hacia actos de violencia y de fuerza. Estos autores han desarrollado lo que éllos denominan el “índice de violación”. Tal índice consiste en dividir el grado de excitación sexual, medido fisiológicamente a través de pletismografía peneana, exhibido ante escenas heterosexuales consentidas, y el experimentado ante escenas de sexo con violencia. En los heterosexuales normales este índice es mayor de 1, mientras que en los violadores es menor de 1.

Aunque los resultados obtenidos en los diversos centros internacionales no concuerden; hay quien mantiene que el violador no es capaz de inhibir su excitación ante la violencia, frente a los que defienden que es la violencia en sí y la reacción de sufrimiento de la víctima lo que excita al violador; existen resultados especialmente provocadores, tales como los propuestos por BRIDDEL y col. (1.978) quienes sugieren que determinadas circunstancias (animadversión hacia las mujeres o utilización de alcohol), circunstancias que suelen estar presentes en un amplio número de tales delitos, convertirían a algunos sujetos normales en prospectivos violadores.

El violador no busca a una mujer porque tenga deseos de tener una relación sexual. El acto sexual es simplemente el medio por el cual controla a su víctima, este es su mayor placer y la causa del trauma de la víctima, y no tanto el hecho sexual (VELAZQUEZ, 1.993, 15; ABARBANEL, 1.981, 215).

La herencia parece no parece ser muy determinante. El 80 % de los agresores es menor de 30 años, de clase social baja y han vivido unas infancias en ambientes violentos, con situaciones familiares poco estables y donde casi siempre la figura del padre está ausente NIETO (1.995). Por tanto, haber sufrido agresiones sexuales u otro tipo de violencia en la infancia u adolescencia convierten a la persona afectada en un potencial agresor o violador, y un integrante del principal grupo de riesgo a la hora de cometer este tipo de delitos. Cabe pensar desde este punto de vista que, en ciertos casos, no hay culpable, sino víctima de víctimas.

WOLFGANG es el creador de la teoría de la subcultura de la violencia. Siguiendo a este autor, sería esencial la comprensión de la subcultura de la violencia para comprender al violador. Fue el primero en decir que la injusticia social es una de las causas profundas de la subcultura de la violencia. La agresión física se convierte así en una demostración de masculinidad y reciedumbre, primer principio de la subcultura de la violencia.

LEVINE y KOESING, hicieron un estudio con diez violadores convictos de Canadá. Las razones que les llevaron a hacerlo son: la inadaptación, no poder satisfacer las presiones de la sociedad para adaptarse, la ignorancia, el miedo a establecer relaciones personales.


BIBLIOGRAFIA.

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BACA, E; RAMOS, E; MUÑOZ, P, E; CRESPO, M, D, (1.984): Estudio comparativo de las urgencias psiquiátricas en un Hospital Psiquiátrico y en un Hospital General, Instituto Regional de Estudios de la Consejería de Salud y Bienestar Social, Comunidad de Madrid.
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BROWNMILLER, S, (1.981): Contra nuestra voluntad.
CACERES, J, (1.990): Evaluación Psicofisiológica de la Sexualidad Humana, Martínez Roca, Barcelona.
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DEPARTAMENTO DE PERSONALIDAD, EVALUACION Y TRATAMIENTOS PSICOLOGICOS DE LA UNIVERSIDAD DEL PAIS VASCO, (1.994): Malos tratos y agresiones sexuales. Lo que la mujer debe saber, servicio Municipal de la Mujer, Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.
DOWDESWELL, J, (1.987): La violación, Grijalbo, Barcelona.
GARCIA, M y TRESERRA, J, (1.983): “Estudio de las urgencias psiquiátricas realizadas en el Servicio de Urgencias del Hospital Clínico y Provincial de Barcelona”, en Revista del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Barcelona, nº 12, (1.985).
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